La invasión napoleónica de Baleares fue un acontecimiento que tuvo lugar durante la Guerra de la Independencia Española, un conflicto que se desarrolló entre 1808 y 1814. En el contexto de esta guerra, en la que España se levantó contra la ocupación francesa de Napoleón Bonaparte, las islas Baleares no se vieron excluidas de la presencia de las tropas del emperador.
Las islas Baleares eran consideradas estratégicas debido a su posición en el Mediterráneo occidental, lo que las convertía en un objetivo apetecible para el expansionismo napoleónico. La invasión de las islas formaba parte de la estrategia de Napoleón para asegurar el control de todo el territorio español y debilitar la resistencia de los españoles.
En agosto de 1808, una flota francesa al mando del almirante Cosmao zarpó desde Toulon rumbo a Mallorca. El objetivo era ocupar la isla y establecer un gobierno afín a Napoleón, que facilitara el control francés sobre el archipiélago balear. La flota francesa desembarcó en Palma el 16 de agosto, dando inicio a la invasión de Mallorca.
Las fuerzas napoleónicas encontraron poca resistencia por parte de las autoridades mallorquinas, que no estaban preparadas para enfrentarse a un ejército bien entrenado y equipado como el francés. En poco tiempo, la isla cayó bajo el control de Napoleón, y se estableció un gobierno colaboracionista encabezado por Juan Ramón de Vives, que gobernó en nombre del emperador francés.
A pesar de la rápida ocupación francesa, no todos los habitantes de Mallorca aceptaron la presencia de las tropas napoleónicas. Se formaron grupos de resistencia que se organizaron para luchar contra los invasores y defender la soberanía de la isla. Estos grupos, conocidos como "partidarios", llevaron a cabo acciones de sabotaje y guerrilla contra los franceses, dificultando su control sobre la isla.
Uno de los episodios más destacados de la resistencia mallorquina fue la revuelta de las Germanías, que tuvo lugar en 1809. En esta ocasión, los partidarios mallorquines se levantaron contra las autoridades francesas y lograron expulsar temporalmente a las tropas napoleónicas de la isla. Sin embargo, la victoria fue efímera, ya que las fuerzas francesas regresaron poco después y sofocaron la rebelión.
Menorca también fue objeto de la ambición napoleónica durante la Guerra de la Independencia. En 1802, la isla había pasado a manos británicas tras el Tratado de Amiens, pero en 1808, las tropas francesas desembarcaron en la isla con el objetivo de ocuparla y sumarla a su dominio en el Mediterráneo.
La invasión de Menorca se llevó a cabo con relativa facilidad, ya que las defensas de la isla eran escasas y la población no estaba preparada para enfrentarse a un ejército invasor. Una vez más, se estableció un gobierno colaboracionista que facilitó el control francés sobre la isla y garantizó el suministro de recursos a las tropas napoleónicas en la región.
Al igual que en Mallorca, en Menorca también surgieron grupos de resistencia que se organizaron para luchar contra los invasores. Estos grupos, conocidos como "sagitas", llevaron a cabo acciones de sabotaje y espionaje contra las autoridades francesas en la isla. Su objetivo era mantener viva la llama de la resistencia y dificultar la ocupación napoleónica.
Uno de los episodios más importantes de la resistencia menorquina fue la revuelta de 1810, en la que los sagitas lograron tomar el control de varios puntos estratégicos de la isla y mantener a raya a las fuerzas francesas durante varios meses. Aunque finalmente la revuelta fue sofocada por los invasores, demostró la determinación de los habitantes de Menorca para resistir la dominación extranjera.
La invasión napoleónica de Baleares tuvo profundas consecuencias para las islas y sus habitantes. En primer lugar, supuso el sometimiento de Mallorca y Menorca al control francés, lo que implicó la imposición de un gobierno colaboracionista y la pérdida de la soberanía insular. Además, la presencia de las tropas napoleónicas en las islas provocó un deterioro de la economía y un aumento de la represión contra los opositores al régimen francés.
Por otro lado, la resistencia de los mallorquines y menorquines ante la ocupación francesa demostró la fuerza del sentimiento nacional y la voluntad de lucha de los habitantes de las islas. A pesar de la superioridad militar de los invasores, los partidarios y sagitas demostraron que la resistencia era posible y que la libertad merecía ser defendida con todas las fuerzas.
En definitiva, la invasión napoleónica de Baleares fue un episodio crucial en la historia de las islas, que marcó un antes y un después en la lucha por la independencia y la soberanía. Aunque la presencia francesa fue temporal, sus efectos perduraron en la memoria colectiva de los mallorquines y menorquines, que nunca olvidaron la valentía y la determinación de aquellos que se alzaron contra la tiranía.